lunes, 11 de enero de 2016

Un altar mirando al mar

No sé cuando fue, puede que cuando cumplí los 20, mi tío me regaló una recopilación de CDs grabados. Le había pedido a un compañero de trabajo muy melómano que me grabara lo que para él eran ¿10? de los mejores discos de la historia. Allí estaban el primero de The Doors, alguno de The Smiths, el Hightway to Hell de AC/DC, el Thriller de Michael Jackson, algún otro que no recuerdo y The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders of Mars de David Bowie. ¿Hasta entonces sabía quienes eran David, Jim, Michael y cía? Sí, por supuesto, pero no lo había escuchado. O al menos no conscientemente. Y allí, entre las cuatro paredes de mi habitación y con la compañía de uno de esos reproductores que ahora cogen polvo en las casas, yo descubrí la música. Igual que cuando no entiendes de vinos pero sabes cuando estás bebiendo uno bueno, a mí se me iluminaron las ideas entre esos grandes.

Cada mañana, una vez duchada, me metía en mi habitación para acicalarme, elegía uno de esos CDs y le daba al play. Primero las vergüenzas: nunca le encontré la gracia a The Smiths. Pero por el contrarío, Jim Morrison y David Bowie se volvieron una especie de Dioses del Olimpo a los que adorar. Puede que acompañados por Sabina y Cohen, Van Morrison y los Creedence llegaron unos años más tarde.

Una vez mi hermana, nueve años menos que yo, me dijo que yo tenía la culpa de ese guayismo musical que la acompaña, ya que mientras sus compañeras de clase escuchaban Tokio Hotel, ella suspiraba por lo acordes que salían de detrás de mi puerta.

Y así pasaron los años, conmigo volviendo a esos discos una y otra vez, adquiriendo la manía de escuchar discos completos y valorando lo difícil que es hacer discos con tantas buenas canciones.

Hasta ¿abril? del año pasado, cuando ya teníamos entre manos el proyecto de nuestra querida perfumería y tocaba poner nombre. Eva y yo, con la ayuda de su chico Iván, en un constante brainstorming vía whatsapp soltando todo aquello que se nos ocurría. No os quiero asustar pero la primera perfumista mujer se llamaba Tapputi y gracias a que no nos pareció el momento de ensalzar nuestro feminismo ahora no trabajamos todos los días en algo llamado Tapputi's Lab.

Me desperté un domingo y mientras desayunaba me llegó otro mensaje de Eva: ¿Qué te parece Hunky Dory Laboratory? Hunky Dory es uno de los discos de Bowie. Sonreí, puede que hasta salté, porque se me alinearon las neuronas para decirme que sí, que aquel era el nombre, que era justo lo que estábamos buscando. Hunky Dory Laboratory, Hunky Dory, nuestro pequeño homenaje a Bowie, un nombre que puede que alguien le costara aprender en un principio pero que era muy nosotras, muy sonriente, una declaración de intenciones de querer hacer una perfumería diferente, más desenfadada, con un guiño diminutivo hacia El tocador de Dorothy y en definitiva, el nombre per-fec-to.

Supongo que estos meses nos hemos vuelto aún más fanáticas, sobra decir que lo tenemos colgado en la pared y que es uno de los habituales en el hilo musical.

Hoy cuando ha tocado el despertador, le iba a dar a cinco minutos más cuando he visto un WhatsApp de mi prima: Se ha muerto Bowie. Se me ha esfumado todo el sueño, he empezado a cantar Space Oddity con algo de moquera (Grown control to Major Tom...) y mientras, me han empezado a llegar mensajes de condolencia. ¿Lo oyes, David? Como si fuera de tu familia o algo. Qué honor.

Pero sí, ha sido un día triste, nos hemos quedado algo huérfanas en esa esquina nuestra que mira al mar de reojo. Entre canción y canción, nos hemos ido desahogando, como en un velatorio a distancia, acabando casi con el papel de cocina que utilizamos para limpiar los cristales. En un momento a la tarde, cansada ya de estar todo el día con ese nudo en la garganta, he quitado la música y me he quedado en silencio. Hoy no era día para que sonara nada más.

Ahora, una vez ido, seguro que se valorará aún más lo que hizo. ¿Sabíais que Ziggy Stardust lo lanzó con 25 años y ya era su 5º disco? En fin, que ningún homenaje será suficiente.

Aquí siempre tendrá un altar mirando al mar.


domingo, 10 de enero de 2016

Baila para mí, Johnny

Estás viendo una película, de repente suena una canción y tú piensas quién habrá sido esa mente brillante que decidió que sonaría esa melodía en ese momento justo. A veces me preguntaré si no valoro más esos momentos musicales que los metrajes en sí. ¿Me gustaría tanto Pequeñas mentiras sin importancia si no tuviera ese plantel de canciones? Seguramente no. Porque no me emocionaría con el Fistful of Love de Antony and the Johnsons ni lloraría cuando Nina Simone versiona My Way. De la misma manera que siempre me parece juego sucio utilizar canciones de Bowie en las películas. Una película siempre parece mejor cuando está sonando Bowie.

El otro día en la tienda, pusimos la banda sonora de Dirty Dancing y a cada canción, comentábamos cuál era el momento exacto en el que suena. Como para olvidar qué baila Patrick Swayze en cada momento. En esa película no sé si son las canciones las que revalorizan los momentos o los momentos los que hacen que las canciones se nos graben en la mente. Por eso hoy, cuando estaba viendo Operación U.N.C.L.E. y ha empezado a sonar cierta canción en el momento que la maravillosa Alicia Vikander se ha puesto a hacer travesuras para rabiar un poco al serio Armie Hammer, mi mente ha volado hasta el torso de Johnny Castle, he vuelto a sentir envidia de Baby y he visto a Vikander y Hammer destilando sensualidad por todos los costados.

Porque quién necesita You can leave your hat on cuando tiene Cry to me.




Feliz semana.

miércoles, 6 de enero de 2016

Libros que leí en el 2015 y leería en el 2016

El 2015 también ha sido un año muy bonito en cuando a lecturas se refiere. Los libros se han afianzado en mi vida como boya salvavidas, aportando a mi mente calma y estabilidad hasta en los momentos más ajetreados.

No ha sido difícil elegir qué 10 libros destacaría (libros que he leído el pasado año que no son exclusivamente publicados en él), aunque sí ha sido ordenarlos, darles prioridad unos respecto a otros, porque aquí sí que siento que mi criterio no está lo suficientemente fundamentado. Pero en fin, allá vamos:




10.- Cómo se hace una chica de Caitlin Moran (Anagrama)

Simplemente porque me hizo reír, mucho. Porque creí que su Cómo ser mujer era difícilmente igualable y sin embargo, creo que Cómo se hace una chica lo disfruté aún más porque en ningún momento pierde ritmo y consigue sorprenderte en los momentos más inesperados.


9.- Aquella tarde dorada de Peter Cameron (Libros del Asteroide)

Ahora los veréis, pero el 9º, 8º y 7º puesto, bien podrían haber tenido otro orden, de la misma manera que también podría haber entrado en la lista Algún día este dolor será útil, también del mismo autor. Pero Aquella tarde dorada me pareció más madura, y no sólo por la temática, mejor contenida y desarrollada. Y lo que me hizo mucha ilusión: me recordó a mi querida Rosamunde Pilcher. Porque no es fácil contar tanto sin que aparentemente pase demasiado.




8.- El libro de Jonah de Joshua Max Feldman (Libros del Asteroide)

Me parece que ha pasado una eternidad desde que lo leí y al mismo tiempo tengo un recuerdo bastante reciente de todo lo que disfruté con él. Me quedé admirada por la manera de Feldman de construir la historia, de contárnosla y hacernos partícipe de ella. Una historia de derrumbamientos, de no encontrar el camino o sentir que el camino elegido no era el tuyo. Y todo ello hilado delicadamente y rematado con brillantez.


7.- ¡Melisande! ¿Qué son los sueños? de Hillel Halkin (Libros del Asteroide)

Fue el primer libro del 2015 y se me grabó a fuego porque Halkin escribe maravillosamente sobre cómo una historia de amor de lo más común puede ser la más bonita de todas. Cada página está llena de ternura y nostalgia, de un amor pausado, diario y totalmente identificable. Melisande es una pequeña historia que cala hondo, que emociona y la haces tuya.





6.- Stoner de John Williams (Baile del Sol)

Una de los descubrimientos de nuestro maravilloso club de lectura en la librería Garoa. Stoner es la historia de un perdedor por excelencia, de aquel que no lucha y apenas consigue nada. Y sin embargo, entre tanta oscuridad gris, se vislumbra un cierto brillo en forma de empatía además de que la lectura es tan pausada como adictiva. Puede que Stoner haya sido la mayor sorpresa del año, porque después de leerla se me hace imposible creer que nunca había oído hablar de ella.


5.- El olvido que seremos de Héctor Abad Faciolince (Seix Barral)

En Colombia hubo un medico que quiso cambiar las cosas y conseguir una sociedad más justa. Héctor Abad Faciolince es el hijo de aquel médico, me marcó el carácter de su hijo y lo hizo vivir a sombra de aquel justiciero sintiendo una mezcla de presión y orgullo. Dolor y amor, a partes iguales y entrelazados, las durezas de la vida contadas de una bellísima manera.




4.- El balcón en invierno de Luis Landero (Tusquets)

Y otra novela autobiográfica pero más pausada y amable. Luis Landero cuenta retazos de su vida, de forma aleatoria, para que seamos nosotros los que vayamos juntando las piezas y construyendo el puzzle. Nunca había leído nada de Landero, pero sólo este libro, ya lo ha consagrado como uno de los escritores que más respeto.


3.- La trama nupcial de Jeffrey Eugenides (Anagrama)

Llegamos a Eugenides, sin duda este ha sido su año. La trama nupcial es un ménage à trois amistoso, desde los primeros años de la universidad hasta los años posteriores, sus idas y venidas, sus intentos de madurar y de ver la vida desde una perspectiva más adulta. Y ese torbellino de emociones, Eugenides lo gestiona con maestría, como el quien sabe utilizar la palabra justa en cada momento para cargar de emotividad en ambiente sin dar paso a la sensiblería.




2.- Bella del Señor de Albert Cohen (Anagrama)

Qué decir de Bella del Señor, que puede que sea el LIBRO más en mayúsculas que he leído en mi vida. Puede que no sea el que más haya disfrutado leyéndolo (aunque estoy hablando ya en unos niveles muy top) pero sí es al que más méritos le doy para escribirlo. Albert Cohen consiguió alcanzar unos niveles de perfección en tantos estilos diferentes y todos dentro del mismo libro, que para mí, ha sido un experiencia totalmente nueva.


1.- Middlesex de Jeffrey Eugenides (Anagrama)

Y otra vez Eugenides. Como ya he dicho, ha sido el descubrimiento del año y se ha convertido en uno de mis escritores favoritos, no sé cómo he llegado a los 30 sin haber sabido de él. He tenido serias dudas de si me gustó más Middlesex o La trama nupcial, pero creo que ésta es aún más redonda y trascendental. Con todas las veces que me la habían recomendado pensaba que al leerla no me iba a gustar tanto, pero justo lo contrario, me pareció maravillosa, impresionante y totalmente épica.




Ahora toca hacer borrón y cuenta nueva, planear poco a poco las lecturas de este año que ya hemos empezado y aprovechar cada momento para disfrutarlas.

Por cierto, se aceptan sugerencias.


¡Besos!


P.D.: Todas las fotos son de mi Instagram.