sábado, 29 de noviembre de 2014

100 razones por las que vivir


1. Parar a escuchar el ruido de las olas.

2. Las verbenas de pueblo.

3. Aprender de memoria las canciones de Sabina.

4. Estar leyendo a Gavalda y que mencione la canción perfecta en el momento justo. Sobre todo en ese final de La sal de la vida.

5. Escuchar a Maya hablar sobre el vino en Entre Copas.



6. Pasear por Donosti cuando llueve.

7. Hacer una maratón de La guerra de las Galaxias. O de El seños de los anillos. O de X-Men.

8. Tener un flechazo con el perfume de tu vida.

9. Michael Fassbender.



10. Ver un atardecer tumbada en una hamaca. De hecho, ver un atardecer.

11. Escuchar a una pianista tocar en directo Love Theme de Cinema Paradiso. O escucharlo en cualquier momento en casa.



12. Asistir a un club de lectura.

13. Darte el caprichazo de comprar algo caro. Muy caro. Pero muy bonito y muy deseado.

14. Cada escena de Friends.



15. El olor de la mimosa cuando florece antes que ninguna.

16. Estar en un concierto y enamorarte de una canción que no habías escuchado nunca.

17. Hola, me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate para morir.



18. Salir a tomar un café a las cinco de la tarde y llegar a casa a las cinco de la mañana.

19. Pasar toda la mañana desayunando.

20. Poner AC/DC a todo volumen y volverte loca delante del espejo.



21. Mirar las estrellas. Y ya ni te digo si alguien te cuenta sus historias.

22. Frank Sinatra y Betty Garrett cantando You’re awful.



23. Frank Sinatra cantando cualquier cosa. Sobre todo, Fly me to the moon. Pero The way you look tonight que sea de Tony Bennet.

24. Ir a algún pueblo de la USA profunda para ver luciérnagas voladoras entre maizales.

25. Brown Eyed Girl.



26. Balancearte en un columpio. Da igual la edad.

27. Las Gilmore.


28. Embadurnarte el cuerpo con una buena crema hidratante.

29. El olor del viento del norte cuando sopla por el Cantábrico.

30. El beso de Drive en el ascensor.



31. Ir a un karaoke con tus amigas del alma y cantarlo todo.

32. Las tormentas de verano.

33. Un gol en el último minuto que sirva para conseguir una victoria improbable.



34. Los murciélagos que aparecen en la ventana del Drácula de 1931.

35. Encender una vela que huela bien y pasar la tarde leyendo bajo una manta. O dos.

36. El final de Vacaciones en Roma y el inicio de Desayuno con Diamantes.



37. El saludo de un perro que te conoce.

38. El salmón del Atari, las anchoas del Txepetxa, la brocheta de gambas del Goiz Argi y el risotto del Borda Berri.

39. Hacer festivo un día cualquiera.

40. Canciones de amor a quemarropa de Nickolas Butler. Sí, sigo con eso.

41. Restregarle a alguien tu optimismo por la cara.

42. Nina Simone echándole narices y versionando My Way.



43. Tú rincón en el mundo.

44. No Pirlo, no party.



45. Ganar una partida de mus reñida.

46. Los diálogos de Historias de Filadelfia.

47. Descubrir que las lentejas en ensalada con aguacate están deliciosas.

48. El principio de Amor en los tiempos del cólera. En realidad, todo el libro.



49. Ir a freír un huevo y que tenga dos yemas.

50. Disfrazarte en Carnaval.

51. La parte contratante de la primera parte.



52. El pueblo pardo de El bosque animado.

53. Calentarte a la orilla de una chimenea.

54. Nobody puts baby in a corner.



55. El optimismo escondido de Jane Eyre.

56. Ir a una boda con un tocado más grande que tu cabeza.

57. Saciar las ansias de chocolate.

58. El secreto de sus ojos.

59. El buen café. El malo se puede utilizar para regar las plantas.



60. Palomitas recién hechas.

61. Pixar.

62. Y Disney.

63. Atreverte a tocar un bicho-bola.

64. Jack Lemmon y Shirley MacLaine en El Apartamento.



65. Creer en el amor a primera risa.

66. El rojo perfecto en los labios.

67. Dragoi Bola, así, en euskera.

68. Estar a la sombra cuando el sol aprieta.



69. Expiación de Ian McEwan.

70. Cortarte la coleta. Tú misma.

71. La Habanera de Carmen. Y la de Xabier Lete.



72. La condesa viuda de Grantham.

73. Echar la siesta con Roy Orbison de fondo.

74. Llenar la casa de plantas.



75. Rust Cohle.

76. Domingos de película y manta.

77. La luna.

78. Meryl Streep cantando The winner takes it all.



79. Bailar con tus amigas una canción con la misma coreografía que lleváis bailando más de diez años.

80. Poder ser la oveja negra de un rebaño ajeno.

81. Encontrar a tu media langosta.

82. Cada una de las fotos que quedaron de Steve McQueen.



83. Supercalifragilisticoespialidoso.

84. La primera noche con sábanas limpias.

85. You can’t buy happiness but you can buy books and that’s kind of the same thing. (No puedes comprar la felicidad pero puedes comprar libros que viene a ser un poco lo mismo.)

86. Seguir buscando las botas con brillantina perfectas.



87. Estar en la playa a las diez de la mañana. O a las ocho de la noche.

88. Ponerte una falta de tul.



89. Lo que fue capaz de escribir Irène Némirovsky en un cuaderno con letra minúscula antes de que la llevaran a Auswitch y que publicaron en 2004.

90. Hibernar.

91. Al Pacino en Esencia de Mujer.



92. Escuchar Leonard Cohen cuando llueve.

93. Hacer muchos kilómetros para visitar a un amigo. O no tener que hacer ninguno.

94. Emocionarte con La casa de las dagas voladoras.

95. El tacto de un buen bolso de cuero.



96. La casa de Asterión de Borges.

97. Ver las mismas películas cada Navidad: Mientras Dormías, El diario de Bridget Jones, La joya de la Corona, Love Actually y Solo en Casa.

98. El novio de la madre de Bridget Jones.

99. Vivir unos días en una casa de madera encima de un árbol.



100. Susurros al oído.




P.D.: Este post está inspirado en aquellos que se escribieron en Jot Down bajo un título parecido, en el post que escribió Marta sobre '50 cosas que le gustan' en su blog In fashion with you, y por supuesto, es esa maravillosa canción de Sabina llamada Más de cien mentiras

lunes, 24 de noviembre de 2014

Apuntes de Madrid

Vuelvo de mi periplo de cinco días en Madrid y todavía no sé dónde tengo la cabeza, una no suele saber por dónde empezar a normalizar las cosas. Cada vez que voy me parece que viajo a un universo paralelo, ajeno a todo mi mundo pero lleno de personas que quiero en la distancia. Parece mentira los lazos se crean en este 2.0 y se estrechan con algunas cuantas miradas cómplices al año.

Con la ciudad sigo teniendo ese sentimiento de amor/odio. Cuando estoy lejos la echo de menos, pero una vez allí no la aguanto por mucho tiempo. Cada vez que voy me siento más Heidi, echando de menos mis montañas, con una extraña sensación de saber que aunque viviera cien años allí, nunca terminaría de encajar. Me gusta ir sabiendo que tengo un sitio al que volver.

Pero su gente, ay, su gente es otra cosa. Bueno, su gente no, mi gente. Esas personas son las que hacen que me dé pena no estar más cerca, para poder llamarlas y que cualquier domingo fuera igual que el de ayer. Y lo mismo que domingo digo sábado, viernes o jueves, cada día ha tenido sus personas especiales, sus conversaciones añoradas y sus risas que ya echo de menos. Porque lo cierto es que visitar los sitios sin su gente es como bailar de lejos, los paisajes son mucho más bonitos si se intuyen sonrisas.


Me quedo con la magia cotidiana de esos encuentros. Hay tanta gente que veo más a menudo a la que me siento menos unida...

Pero también vuelvo con la maleta llena de souvenirs materiales. Con la idea reafirmada de no comprar por comprar sino por amor del bueno. Una vez un amigo me dijo que parecía de fácil enamorar y el estado en el que ha vuelto mi tarjeta de crédito podría darle la razón, aunque yo sé que en el fondo soy dura de pelar. Los astros se debieron de alinear para día tras día poner en mi camino el abrigo buscado, las cremas perfectas, una fragancia capaz de enamorarme como hacía años que no me pasaba y uno de los bolsos más bonitos del mundo con un 30% de descuento. Si alguien quiere cotillear los nombres propios, se llaman H&M, Kiehl's, Profumum Roma y Malababa.


La siguiente vez tengo que acordarme de llevar una maleta más grande para la vuelta, por mucho que mi habilidad de viajar con cuatro cosas esté cada vez más desarrollada.

Por cierto, también encontré aquello que tanta ilusión me hacía encontrar. Como siempre se dice en estos casos, cuando menos me lo esperaba, donde menos me lo esperaba.


Volveré. Prometido.


¡Besos!



P.D.1: El abrigo de Asos no fue lo esperado, o sí. Lo cierto es que se va a ir de vuelta, pero aprovechando su viaje llegó a casa el vestido más bonito del mundo. Y este se queda.

P.D.2: Me pregunto qué tal habrán andado mis chicas del Pirineo en su viaje a Donosti.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Las tías de Zugarramurdi

Ayer la tarde fue para volver a ver Beautiful Girls. Le tenía ganas desde que terminé de leer Canciones de amor a quemarropa, ese libro que aún no me quito de la cabeza, pensando en cuánto tiempo tendrá que pasar hasta que encuentre otra lectura que me haga sentir tanto.


Supongo que me gustó hasta ese punto porque era justo el momento para leer algo así, esas historias que parecen tan nuestras. A mis casi treinta, siento como si ya hubiera tomado toda la carrerilla posible y ahora ya estuviera corriendo sin oportunidad de detenerme para dar el salto final hacia la madurez, a eso de hacerme mayor y ser un adulto.

El otro día me encontré la primera cana. Y lo cierto es que siempre pensé que sería un momento algo más dramático, que sería mucho más rollo ver cómo me van saliendo pequeñas arrugas alrededor de los ojos, pero al final tampoco está siendo para tanto. La cana la recibí con cierta ternura, como la certeza que necesitaba para saber que mis días de jovenzuela ya quedaron atrás y me diera un cierto estatus de sabiduría. Siempre me han gustado las imperfecciones que hacen algo único aunque con las mías me haya costado algo más encariñarme. Nunca fue tan agradecido mirar al pasado con nostalgia.

La de ayer no fue la primera vez que veía Beautiful Girls, ni tampoco será la última. Pero puede que fuera la más especial porque justo tengo la misma edad que los protagonistas y eso no creo que vaya a durar mucho. Puede que por eso lo que hablaban significaba más que otras veces, que me pareciera tan oído y tan reconfortante a la vez. La misma sensación que tuve en cada página de Canciones de amor a quemarropa. Nosotras también tenemos tantas Sweet Caroline y American Pie...


En esta época que parece que nuestros sábados a la noche pasaron a mejor vida, nuestra mayor preocupación ya no es dónde vamos a cenar antes de salir sino dónde quedaremos para desayunar y aprovechar bien el día. No sé cuándo pasamos de Marty a ser Andara, será parte del camino a recorrer al igual que el whisky en vaso pequeño para las ocasiones especiales. Ahora nuestros sábados son diurnos, con cochecito y cafés, y por mucho que de vez en cuando apetezca desmadrarse todavía, éstos también son sorprendentemente entretenidos. Y esos desmadres cada vez más distanciados en el tiempo, suelen ser más disfrutados porque o bien son totalmente inesperados, o bien se preparan con mucha premeditación y alevosía. La verdad que la inercia poco tenía de emocionante y nunca disfrutábamos de los periódicos del domingo escuchando a Van Morrison.


Ahora somos tías, paseamos con orgullo el cochecito por la Kontxa entre cuatro o cinco, y pronto hasta entre seis. La sesión de peli, sofá y manta, conlleva lactancia, aires, cambio de pañales y litros de babas que se nos caen a todas. Menos mal que la madre se pone firme porque entre las demás pronto lo malcriaríamos. No el vano, el otro día el padre de la criatura le preguntaba a su retoño si se iba a ir a pasar el día con sus tías, las brujas de Zugarramurdi, y nosotras encantadas con el poder concedido. Que nadie se atreva a quitarnos el título.

Brujería, madurez, poder y cánticos medio sagrados. Ahora me dan cierta pena todas esas Martys que se creen que lo bueno llega a los dieciocho. Aunque lo cierto es que pasarán esos años encantadas con el reflejo de Platón y cuando llegue lo bueno les pillará como la misma sorpresa agradable que nos ha pillado a nosotras.

Benditas canas.


¡Besos!



P.D.: Este monólogo de Rosie O'Donell vale oro. (Sólo lo he encontrado en inglés)

jueves, 13 de noviembre de 2014

Habemus abrigo

Después de muchas vueltas, de encapricharme con modelos que luego no encontraba, de buscar hasta hartarme, de desesperarme... y volverme totalmente drama queen (cómo me gusta últimamente este término), habemus abrigo. Nada de lo a priori programado y por supuesto encontrado en Asos.


Flechazo que me dio y ahí que me lancé. Tengo mis reticencias de que me vaya a quedar del todo bien en la parte del pecho, pero con lo fácil que es la devolución en Asos me he arriesgado. Y para ser sincera, no sé si no va a ser demasiado claro. A ver, me gusta mucho, pero no sé si voy a terminar de verme porque normalmente todos los abrigos que tengo suelen ser mucho más oscuros.

Por eso, me he lanzado a buscar inspiración en Pinterest y ay qué cosas más bonitas.


Cómo a mí me luzca la mitad de bien...


¡Besos!

sábado, 8 de noviembre de 2014

Mi Donostia

Una de las cosas más bonitas que tiene esto de tener un blog (sé que se repite mil veces pero realmente es verdad), es que la gente te escriba diciendo que le gusta lo que haces. Es una sensación brutal. Porque aunque realmente eres consciente de que habrá alguien leyéndote al otro lado (y en parte claro está que lo haces por eso), es una pasada cuando ese otro lado abstracto toma forma.

Así, hace unas semanas, gracias a un comentario que me dejaron me enteré que hay una cuadrilla en los Pirineos que le encanta el blog, que les gusta este aire norteño que tiene. Si es que... qué le vamos a hacer... mucho para hacer bien el amor hay que venir al sur, pero el vierto del norte mola y además quita todas las migrañas del mundo. Y para mí, que lo de pasar una temporada en un pueblo pirenaico con un puñado de libros es algo así como mis vacaciones ideales, estoy decidida a hacerme amiga de Mónica y compañía para que algún día me inviten a conocer esos lares.

Por lo que me tomo su última petición a rajatabla: Las señoritas se vienen a pasar un fin de semana a Donostia y quieren que yo les recomiende qué hacer. Dónde comprar y qué comer.

Así que me puse a pensar qué es lo que me gusta hacer en Donostia y tampoco creáis que se me han ocurrido muchas cosas.

Para mí Donostia es una ciudad para pasearla, Para empezar en una punta (digamos El Peine de los Vientos) y terminar en la otra (tomando algo en el muro de Sagües). Y para eso ahora es el mejor momento del año. Porque aunque suene extraño, para mí es en otoño y en invierno cuando más se disfruta de sus costas. Me gustan los sitios donde mejor se escuchan las olas y más sopla el viento, a poder ser en esas tardes grises cuando menos gente hay. Os diría que hasta evitarais la Kontxa, que ahí no hay más que gente. Yo prefiero el Paseo Nuevo, empezando por el puerto, y dando la vuelta a Urgull. Justo antes de llegar a la desembocadura del Urumea (antes de ese trecho que ahora está en obras), es mi sitio favorito. Si no llueve, cogeros algo de tiempo y sentaros en el pretil. Ese sitio en silencio es el mejor analgésico del mundo. Por cierto, una vez llegado al río, podéis pasar el puente y tirar para arriba hasta aburriros. Quizá hasta la altura de tercer puente, cruzarlo, ver la plaza Bilbao y tirar por la calle Getaria para lo viejo otra vez.


Pero para ser sincera una cosa que hago más que pasear es tomar cafés por la ciudad. Me gustan las cafeterías pausadas, acogedoras, esas en las que la cabeza no se te carga de ruidos y puedes hablar durante horas tranquilamente. Últimamente uno de mis sitios favoritos es Gogoko Goxuak (calle Andia 11), justo en frente de Alderdi Eder. Es de lo más acogedor y de lo más tranquilo que se puede encontrar por la ciudad. Un poco más a desmano pero con todo el encanto del mundo también está La Guinda (calle Zabaleta 55, en Gros), podría ser una buena parada si vais a la zona de Sagües y queréis tomar o comer algo. Si llegáis hasta allí, en la acera de enfrente tenéis Garoa (calle Zabaleta 34), una de mis librerías favoritas en las que todo está colocado para que se pase el tiempo volando mientras ojeas libros. Aunque si andáis por el centro tenéis que probar el mejor café de la ciudad en alguna de las pastelerías Barrenetxe, la original es la de la Plaza Gipuzkoa, justo en frente de la Diputación, Otro sitio cuqui que está por el centro es Kafe Botanika (Paseo del Árbol de Gernika 8), pero es tan cuqui y está tan a mano que suele estar hasta los topes. Igual podéis ir a desayunar a primera hora (abren a las 10:00 en fin de semana).

Con los Pintxos suelo tener bastante complejo porque nunca me entero mucho. Para las recomendaciones siempre termino preguntando a mis amigas y son ellas las que hacen unos listados interminables. Esta vez en cambio me voy a mojar y os diré mis cuatro sitios/pintxo de culto: El salmón del Atari (calle Mayor 18), la brocheta de gambas o el MariJuli del Goiz Argi (calle Fermin Calbeton 4), la anchoa con salsa de centollo del Txepetxa (calle Pescadería 5) y el risotto Idiazabal del Borda Berri (calle Fermin Calbeton 12). Para llenar la tripa con ganas soy muy de ir al Va Bene (Boulevard 14 o Blas de Lezo 4) y comerme un sandwich 26, aunque tampoco le hago ascos a la hamburguesa. Pero aquí también hay que ser espabiladas y hay que intentar acercarse un poco antes de las horas punta, porque sino hay que esperar bastante y al final uno se aburre y termina comiendo algo mucho más cutre al doble de precio. Y para comer con todas las de la ley otro dos sitios: la cocina innovadora pero con fundamente de Morgan Kompany (calle Euskal Herria 8, igual es conveniente reservar por si acaso) y la tradición de Restaurante Txoko (calle Mari 12, en el puerto).

Si después andáis con ganas de dulce, pasaros por La Viña a probar su tarta de queso (se puede pedir la ración para llevar) y si aunque el tiempo no acompañe os apetece un helado, ir directas a Los Italianos de la calle Aldamar (nº 22).

En donde tengo problemas es con las tiendas. Supongo que leyendo el blog os habréis dado cuenta de mi afición por las compras online (sobre todo por cierto antro de perdición llamado Asos) y la verdad es que las compras físicas no son uno de mis fuertes y me cuesta mucho dar direcciones. Cuando quiero algo soy más de ir a por él que de callejear a ver qué encuentro. Realmente hay muchas tiendas bonitas con cosas preciosas pero suelo ser más de comprar cosas puntuales en ellas.

Y no sé que más recomendar... A veces me parece que ya está todo dicho sobre Donostia.

Espero que no os llueva a mares pero que podáis disfrutar de nuestro querido viento del norte y de un Cantábrico algo enfurecido.

Cualquier otra petición ya sabéis dónde encontrarme. Algún día os llegará la vuelta ;)


Un beso.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Que me coman a versos

Dentro de un par de semanas, me cojo un tren y me voy a Madrid. Allí me esperan amigos varios (qué ganas), la presentación del libro El mercado está fatal de mi querida Alena (sale a la venta este jueves y yo aparezco por ahí hablando sobre amores de verano) y alguna sorpresa que estamos intentando preparar.

La agenda estará abierta. Esta vez no me apetece ni visitar museos ni ir de compras. Esta vez quiero tomarme todos los cafés del mundo rodeada por esa gente que la mayor parte del año tengo al otro lado de la pantalla. Dar abrazos, escuchar sus risas y fijarme en cada gesto que hagan.

Madrid sería un escenario aleatorio si no fuera por esa preciosa iniciativa que andaré buscando por sus pasos de cebra como quien busca a Wally.






No sé si habrá sido un mero acto publicitario para promocionar la última canción de Leiva, pero yo quiero pensar que hay algo más detrás. Unas ganas de sacar sonrisas, de alegrar el día a la gente con una simple frase bonita.



Besos y feliz lunes.