martes, 29 de julio de 2014

sábado, 26 de julio de 2014

Anoche con James Vincent

Soy un poco radical en cuestiones musicales. Con una simple canción, con escuchar un poco del timbre de voz... ya sé si el grupo/solista me gusta o no. Mi hermana me está echando siempre la bronca porque me pasa mil recomendaciones y a mí me gusta sólo uno de esos mil. Me dice que soy quisquillosa. Yo prefiero pensar que tengo unos gustos definidos. A ella parece que le gusta todo. Hasta esos grupos que aún no existen pero ella ya conoce.

Por cierto, que el otro día le ofrecí a mi hermana este blog para escribir sobre música y aceptó encantada. Pero no os hagáis ilusiones que la pobre es algo dispersa e igual ya se le ha olvidado.

Total, a lo que iba.

Cuando estuve escuchando los grupos que venían en el Jazzaldia (el Festival de Jazz de Donosti), en seguida declaré mi amor profundo a Vintage Trouble. A todos los demás grupos les encontré algo. O demasiado electrónicos o voces que no me transmitían demasiado. Pero en cuestiones musicales, el Jazzaldia tiene cierta magia que no encuentras en resto del año. Será la playa, los atardeceres, la gente... pero ocurren flechazos inesperados e igual que me pasó hace tres años con Crystal Fighters (aquí), ayer me tocó tragarme todo lo pensado sobre James Vincent McMorrow.

Ahora os voy a contar un secreto que va a hacer que ya no me veáis como la persona molona que creíais que era: me aburre Bon Iver. No lo puedo evitar, no me gusta, no me transmite nada. Bueno, algo sí, no me muero si lo escucho, pero no entiendo esa adoración que despierta, yo no puedo seguirle el rolló dos canciones seguidas. Y la primera vez que escuché a James Vincent McMorrow me recordó tanto a Bon Iver, que creo que aguanté 20 segundos escuchándolo. Pero ayer, en la playa, en directo, la cosa fue muy distinta.

El tío tiene una carisma vergonzosa que nos enamoró a todos. Se pegaba unos speeches contando lo encantado que estaba de cantar en un enclave así, nos doraba la píldora de tal manera que luego nos parecía maravilloso todo lo que cantara. No, pero en serio, el concierto fue precioso. De hecho, ahora que estoy escuchando sus canciones otra vez para elegir cuál voy a poner ilustrando este post, me parece que en directo ganaban muchísimo.

Pero lo mejor será que juzguéis vosotros mismos.




Besos!

miércoles, 23 de julio de 2014

Con mi armario a vueltas

Este verano me propuse no comprar ropa. Bueno, sólo aquellas piezas que me enamoraran y que fueran totalmente distintas a todo lo que tuviera en el armario. Desempolvé los vestidos de los últimos cinco años (ahora que me estoy poniendo bombón gracias a Centro Karmele me entran casi todos), invertí en perchas antideslizantes como nos enseñó June Lemon (es una maravilla ver colgadas todas las prendas una en cada percha) y decidí darle uso a todo.

Ayer, mi querida Blanca (qué cosas más bonitas escribe esta chica aquí), nos contaba los pensamientos que le vienen a la cabeza cada vez que hace limpieza en el armario. Evaluar esas ropas pasadas, esos recuerdos nostálgicos... e intentar no querer volver a ellos.

En mi caso, el momento de ordenar suele ser una mirada al futuro, a la persona que quiero ser, o al menos a la que quiero mostrar. Quitar las prendas con las que ya no me identifico, apostar por aquellas que dicen más de mí y buscar aquellas faltas con las que me sentiría plena. Lo que muchas veces no nos damos cuenta, es que apenas necesitamos cuatro prendas para lucir como nadie, que perdemos el tiempo buscando el vestido perfecto como si fuera el santo grial cuando en el armario tenemos 23 que nos hacer lucir igual de bien.

Por eso, os propongo un juego: cada vez que veáis un look que os guste, intentar componer algo parecido con las prendas que ya tenéis. Seguro que el 80% de los casos lo conseguís, es mucho más fácil de lo que parece.

Os dejo tres ejemplos divinos:





Si tampoco hay que intentar revolucionarlo todo.


Besos!

sábado, 19 de julio de 2014

Adiós a los ahogados

Hay libros que te enganchan y quieres terminar cuanto antes, y los hay que da pena terminarlos. Hay otros, que no hay manera porque cada página cuesta más que la anterior y miras todo lo que has leído y miras todo lo que te falta aún, y terminas desistiendo. Odio cuando me quedo justo en la mitad en un ni p'atrás ni p'alante. Pero con algunos no llegas ni a ese punto porque después de haber leído una décima parte sabes que no fue escrito para ti. Dicen que esa es la medida, la décima, que si el libro tiene 350 páginas y después de la 35 te sigue sin interesar, mejor vayas a por otro. Personalmente sigo más la regla del quinto, que tampoco me cuesta tanto leer 70 páginas. Aunque luego hay otros con los que no llego ni a 10.

Se supone que si un libro no lo empiezas y lo acabas, tampoco te ha gustado tanto. A veces la gente me pone caras raras cuando digo que alterno lecturas. A ver cómo puedo hacer eso. A ver si no me lío. ¿Acaso ellos se lían viendo más de una serie a la vez? Tardé un año entero en leer Los pilares de la tierra, cuando me aburría un poco leía otro libro y volvía a él. Tampoco fue el libro de mi vida pero digamos que me gustó. Ahora he terminado otro con el que llevaba tres años a vueltas, quizá más. Y me ha gustado. Mucho. Vaya si lo ha hecho.

Su lectura ha sido pausada y consciente, he disfrutado cada párrafo como si todos fueran únicos. Seguramente estabais aburridos de ver Nosotros, los ahogados en la lista de libros que estaba leyendo, ¿pero esta mujer todavía sigue con eso? pensaríais. Pues así seguía sí. Y ha sido la primera vez en mi vida que me ha gustado tanto un libro que no me ha enganchado. Por una vez, me ha dado igual que la lectura se eternizara, que no fuera su momento, que después de haber leído 200 páginas me quedaran 500 por delante. De hecho, ahora que ya tengo el libro cerrado, me siento algo insegura. Como con ganas de volver a empezar desde el principio para volver a hacer mía toda esa sabiduría que pululaba por sus páginas en forma de historia marinera.

Y que viva el gotelé

Supongo que aquel post que le dediqué a aquel párrafo cuando apenas había pasado 30 páginas, ya vaticinaba que había mucho bueno por llegar.

Aquí os lo dejo otra vez:

"...Apenas nos atrevíamos a mirar alrededor, por miedo de ver el rostro de algún amigo y quedar atrapados por aquellas miradas que imploraban un alivio, pero que de pronto también podían expresar odio, como si los heridos nos reprocharan a quienes seguíamos en pie nuestra suerte y sólo desearan intensamente cambiar su destino con nosotros. No podíamos dirigirles palabras de consuelo, porque entre el estrépito de los cañonazos nadie las oiría. A lo sumo, ponerles la mano en el hombro. Pero ya entonces era como si quienes seguíamos ilesos prefiriéramos la compañía de nuestros iguales y evitáramos a los heridos, a quienes no les habría venido mal algo de consuelo. Los vivos nos conjuramos contra los marcados ya por la muerte."


Nosotros, los ahogados de Carsten Jensen



Besos!

viernes, 11 de julio de 2014

Cine de verano

En el post del otro día, ponía que no pasaba de este verano sin ver El Padrino III y El tercer hombre, pero lo cierto es que mi lista de películas pendientes es mucho más extensa. Quien quiera conocer la lista entera puede buscarme en FilmAffinity bajo el nombre de Maia242, pero he pensado escribir una lista con algunos títulos a los que doy prioridad.

Mis películas pendientes suelen ser aquellas que en algún momento de mi vida me ha apetecido verlas, por interesantes o significativas, pero que al final he ido posponiendo su visionado hasta el día de hoy. Total, que me hago una lista con películas interesantes pero al final termino viendo una y otra vez todas las películas románticas americanas de los últimos 20 años. No tengo remedio.

Pero en verano hay tiempo para todo, para Planes de boda y para La decisión de Sophie. Guardo con especial cariño los días que pasé hace unos cuantos veranos en el pueblo de mi padre viendo algunos clásicos de los 90 que nunca me había puesto a ver. Entre ellos Cadena Perpetua, Reservoir Dogs o El Piano. Qué bonita El Piano. Y me he propuesto que este verano haré algo parecido y a parte de desperdiciar mi tiempo viendo tonterías que tranquilizan y alegran mi estado mental, veré películas de las que hay que ver. Porque sí. Para opinar y para entender un poco más de cine. Y con un poco de suerte, disfrutar mucho más que con las tontainas.

Y como dejándolo por escrito parece que tengo que hacerle más caso, aquí van, mis películas para este verano del 2014:


Una historia de violencia


A propósito de Henry


Un tranvía llamado deseo


Fresas salvajes


La noche más oscura


La reina de África


Por supuesto, se aceptan propuestas.


Besos!

miércoles, 9 de julio de 2014

Cosas que hacer este verano cuando no esté en la playa con mis amigas

Una maratón de películas con mi hermana.

Terminar de leer Nosotros, los ahogados, después de cuatro años estoy a punto (Lo he leído despacio porque es un libro del que hay que disfrutar cada frase)

Ver (por fin) El padrino III, no sé por qué me da tanta pereza...

Y ver El tercer hombre. Se me va a caducar el DVD.

Encontrar un día para peinarme así:



Inventar nuevas combinaciones con la ropa que tengo en casa.

Ver alguna serie tonta que durante el resto del año no tengo tiempo de ver. De hecho ya la he elegido: Infieles.

Ponerme a hacer pulseras de hilo, este año voy tarde.

Escuchar lo que viene al Jazzaldia para disfrutar el doble en los conciertos.



(Y más cosas que se me vayan ocurriendo)


Besos!

lunes, 7 de julio de 2014

El incidente del bicho-bola

El otro día, estando de vacaciones en la piscina del apartamento, miré al suelo desde la altura de mi tumbona y vi paseando un bicho-bola. Supongo que no es necesario explicar lo que es un bicho-bola. Hacía mucho que no veía uno, de hecho, hace poco estuve pensando justo en eso, en cuánto hacía que no me encontraba con un mini-ser de esos.

Hará como 25 años, los bichos-bola eran el pan nuestro de cada día, un juguete más en el recreo, algo divertídisimo con lo que pasar el rato. Escarbabas un poco en la tierra, dabas con esa zona en la que se movían a sus anchas y atacabas sin piedad con el índice por delante. Igual que si hicieras magia o tuvieras poderes láser en la punta del dedo, los tocabas y se hacían bola. A veces hasta te recreabas con ganas cogiéndolos en la mano o amasándolos con los dedos como si realmente necesitaran ayuda para convertirse en esas pequeñas canicas.

Pero el otro día, a parte de mirarlo con nostalgia, no hice nada más mientras se iba acercando a un ritmo ininterrumpido. De hecho me di cuenta de que me daba bastante asquito tocarlo, incluso hasta miedo, como si desde mi infancia hubieran mutado y ahora fueran capaces de tener una mandíbula llena de dientes afilados que triplicara su tamaño. Hasta un miedo aún más irracional en el que me imaginaba que si hiciera algo para enfadarlo se convertiría en una especie de bicho-godzilla-bola.

Llegado a este punto decidí que no podía seguir así y después de mentalizarme me armé de mucho valor y con más incertidumbre que en el pasado, alargué mi dedo índice con intención de tocarlo, como si aquel gesto fuera una manera de afrontar la vida con valentía. Pasó todo tan rápido que no sé ni si llegué a tocarlo. Acerqué el dedo con más temor que otra cosa y en cuanto sentí algo extraño (puede que fuera un soplo de aire), instintivamente eché el brazo hacia atrás con tal fuerza que casi me disloco en hombro. El pobre animal reaccionó con la misma rapidez y en un visto y no visto se hizo bola. Allí me quedé, leyendo mi libro con el bicho-bola mimetizado al lado como animal de compañía. De vez en cuando desviaba la mirada para comprobar si había vuelto a su ser pero nada. Debió de tocarme un bicho-bola igual de miedica que yo porque el pobre se pasó un buen rato escorado. Al final, se desemboló, giró su rumbo 180º y volvió por donde había venido. Y aunque me dio algo de penita en bichillo y me sentí mal por haber utilizado mi poder abusivo sobre él, también me alegré por haber superado mi miedo irracional con valentía.


Desde entonces, no dejo de preguntarme cuántas otras cosas no haré por miedos tan ridículos como éste.


Besos!