sábado, 19 de julio de 2014

Adiós a los ahogados

Hay libros que te enganchan y quieres terminar cuanto antes, y los hay que da pena terminarlos. Hay otros, que no hay manera porque cada página cuesta más que la anterior y miras todo lo que has leído y miras todo lo que te falta aún, y terminas desistiendo. Odio cuando me quedo justo en la mitad en un ni p'atrás ni p'alante. Pero con algunos no llegas ni a ese punto porque después de haber leído una décima parte sabes que no fue escrito para ti. Dicen que esa es la medida, la décima, que si el libro tiene 350 páginas y después de la 35 te sigue sin interesar, mejor vayas a por otro. Personalmente sigo más la regla del quinto, que tampoco me cuesta tanto leer 70 páginas. Aunque luego hay otros con los que no llego ni a 10.

Se supone que si un libro no lo empiezas y lo acabas, tampoco te ha gustado tanto. A veces la gente me pone caras raras cuando digo que alterno lecturas. A ver cómo puedo hacer eso. A ver si no me lío. ¿Acaso ellos se lían viendo más de una serie a la vez? Tardé un año entero en leer Los pilares de la tierra, cuando me aburría un poco leía otro libro y volvía a él. Tampoco fue el libro de mi vida pero digamos que me gustó. Ahora he terminado otro con el que llevaba tres años a vueltas, quizá más. Y me ha gustado. Mucho. Vaya si lo ha hecho.

Su lectura ha sido pausada y consciente, he disfrutado cada párrafo como si todos fueran únicos. Seguramente estabais aburridos de ver Nosotros, los ahogados en la lista de libros que estaba leyendo, ¿pero esta mujer todavía sigue con eso? pensaríais. Pues así seguía sí. Y ha sido la primera vez en mi vida que me ha gustado tanto un libro que no me ha enganchado. Por una vez, me ha dado igual que la lectura se eternizara, que no fuera su momento, que después de haber leído 200 páginas me quedaran 500 por delante. De hecho, ahora que ya tengo el libro cerrado, me siento algo insegura. Como con ganas de volver a empezar desde el principio para volver a hacer mía toda esa sabiduría que pululaba por sus páginas en forma de historia marinera.

Y que viva el gotelé

Supongo que aquel post que le dediqué a aquel párrafo cuando apenas había pasado 30 páginas, ya vaticinaba que había mucho bueno por llegar.

Aquí os lo dejo otra vez:

"...Apenas nos atrevíamos a mirar alrededor, por miedo de ver el rostro de algún amigo y quedar atrapados por aquellas miradas que imploraban un alivio, pero que de pronto también podían expresar odio, como si los heridos nos reprocharan a quienes seguíamos en pie nuestra suerte y sólo desearan intensamente cambiar su destino con nosotros. No podíamos dirigirles palabras de consuelo, porque entre el estrépito de los cañonazos nadie las oiría. A lo sumo, ponerles la mano en el hombro. Pero ya entonces era como si quienes seguíamos ilesos prefiriéramos la compañía de nuestros iguales y evitáramos a los heridos, a quienes no les habría venido mal algo de consuelo. Los vivos nos conjuramos contra los marcados ya por la muerte."


Nosotros, los ahogados de Carsten Jensen



Besos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario