viernes, 12 de diciembre de 2014

Sin querer ser Cruella

Esta semana me han pasado cosas chulísimas. Desde seguir preparando una cata de perfumes con libros que vamos a hacer en la librería Garoa en 30 de diciembre, a la charla que di sobre mis blogs en la Sede Keler el miércoles invitada por On Egon. Fue un auténtico placer.

Pero mientras andaba entre tanto ajetreo, yo tenía otra preocupación en la cabeza. Espero que pronto me llegue mi abrigo de leopardo de Asos y no quiero parecer una Cruella de Vil con él. Por eso, también me he dedicado a buscar inspiración sobre el tema.



Está claro que la clave es contrastarlo con prendas informales, aunque me hacen gracia todas esas zapatillas sin calcetines. Muy monas pero menuda rasca.



¡Besos!

lunes, 8 de diciembre de 2014

Sobre cuestionarlos la felicidad

El otro día, reparé en un cuaderno que hace unos años me regaló una muy buena amiga con una preciosa dedicatoria. En ella me decía que el cuaderno le había recordado a mí y me animaba a seguir escribiendo.


Decidí, que lo utilizaría para copiar a mano aquellas partes que más me gustaran de los libros que leyera, sabía que mi amiga estaría contenta con aquel uso. No sé si al final se lo comenté o si se estará enterando ahora con estas líneas.

La historia es que cuando vi el cuaderno en el estante hace unos días, me acordé que hacía mucho que no apuntaba nada allí, al principio por vagancia y después por puro olvido, y que tenía que retomar aquella costumbre. Es bonito volver a emocionarse con las mismas palabras que lo hicieron en su día.

Así, empecé a leer aquellos párrafos escritos hace tiempo y me encontré con uno del libro Los Recuerdos de David Foenkinos que no recordaba:

"En el fondo, así ocurrieron las cosas en el siglo XX: primero fue el nacimiento de la felicidad; en todo caso, el derecho a la felicidad y el acceso al ocio y a las vacaciones pagadas. Eso era en la década de 1930, cuando el Front Populaire. Después, pasamos a la segunda etapa de nuestra progresión; una etapa que podemos llamar el derecho a la insatisfacción. Apareció en la década de 1970, con la legalización del aborto, y del divorcio, por supuesto. Se tiende a olvidad que el adulterio estaba prohibido por ley hasta 1975. Adquirimos así el derecho a juzgar nuestra felicidad. Y ahora estamos en la tercera etapa, quizá la más dolorosa: la de la duda permanente. Tenemos la felicidad, tenemos el derecho de no estar satisfecho de esa felicidad, por lo que se nos abre una multiplicidad de caminos. ¿Cuál debemos tomar?"

No me acordaba de este párrafo pero qué bueno me sigue pareciendo. Foenkinos, aunque no cuente grandes historias en sus libros, siempre tiene la habilidad de poner por escrito lo que los demás no nos damos cuenta que pensamos. Esa duda permanente de si seremos lo suficientemente felices.


¡Besos!

viernes, 5 de diciembre de 2014

Friday Night Fever

Dicen que los viernes noche son para cometer locuras. O puede que me lo haya inventado yo. Lo cierto es que con el frío que hace en la calle y lo mucho que estoy hibernando últimamente, mis locuras se reducen a las cuatro paredes de la casa donde vivo.

¿Cuándo empecé a querer un abrigo de pelo de leopardo en silencio? Ya ni me acuerdo. Supongo que hace un par de años. Pero como ya tenía el otro abrigo de pelo bicolor, me negaba a caer en las redes de más pelo sintético. Al final, el tiempo esperado no ha hecho más que incrementar mis ansias de tenerlo.


El plan A fue preguntarle a mi hermana a ver si utilizaba el que nuestra madre me compró en Primark hace un tiempo y que ella se llevó a Barcelona después de que yo dijera que tenía suficiente con el bicolor peludo. La respuesta de mi hermana fue para enmarcar: "Me lo pongo para estar en casa. Es tan caliente y me siento tan diva..." Así. Con eso se supone que comparto genes. Por suerte, le pareció razonable que yo lo quisiera para andar por la calle así que aprovechando que venía a pasar unos días se lo trajo en la maleta. Hoy he ido a visitarla a casa y me la he encontrado desayunando enfundada en el abrigo. Según ella, disfrutando de los últimos momentos con él. Aunque al probármelo delante del espejo no ha resultado lo que yo imaginaba. Demasiado oscuro, demasiado peluche. Vuelta a devolverle a mi hermana lo que era suyo.

Y así me he plantado, el viernes a la noche, aguantándome las ganas de hacerme con un abrigo de leopardo y de mi sesión anual de Mientras Dormías. Lo primero, porque mi parte racional me decía que ya volví de Madrid con un abrigo nuevo que no me quito de encima y porque las rebajas están a la vuelta de la esquina (aunque soy de esas mujeres que viven con miedo de que justo lo que les gusta no va a llegar a enero). Lo segundo, porque siempre hago lo mismo, veo la que es mi película navideña favorita a principios de diciembre (por no decir a últimos de noviembre, este año superé la prueba) y luego me paso todas las Navidades con ganas de volver a verla y autoimponiéndome la ridícula ley de no repetir. Creo que este año la ley va a ser abrogada.

Por lo que tenía dos opciones, no comprar el abrigo y seguir viendo capítulos de The Good Wife como una loca, o comprarme ese precioso abrigo de leopardo que me estaba esperando en Asos (en serio, ¿qué haría sin esta tienda?) y disfrutar de la mirada de Bill Pullman. Soy débil ante las tentaciones y bastante tengo con seguir la dieta de June estrictamente por lo que... click, click y a disfrutar.


Qué disfrutéis de estos deliciosos tres domingos y de sus desayunos. Mi viernes noche no podría empezar mejor.

¡Besos!

jueves, 4 de diciembre de 2014

Con las tuercas apretadas

El lunes pasado tenía cita en Centro Karmele. Llegué después de un fin de semana tontorrón de hibernar mucho y de marcarme una de esas maratones peliculeras que hacen historia: Dirty Dancing, El diario de Bridget Jones, El diario de Noa y Que le gusten lo perros... ni más ni menos. Tenía en cuerpo con ganas de marcha y le dije a June (enfermera/nutricionista de Centro Karmele) que me apretara las tuercas. De esos días que el cuerpo te pide emociones fuertes y lo de pasar hambre de repente no te parece tan malo.


Entre las Navidades pasadas y el verano di un bajón majo de peso gracias a los cuidados de Centro Karmele (las menciono tanto porque sin ellas no habría hecho ni la mitad), pero desde el verano que nos propusimos mantener el peso para no pasar medio amargada los meses de sol, me había acomodado en esa inercia y no cogía carrerilla de nuevo. Por una parte muy guay porque las que habéis hecho alguna vez alguna dieta sabréis que lo de mantenerse luego suele ser casi más difícil que el adelgazamiento en sí, pero lo cierto es que tener a June y cía pendiente de mí es un lujo demasiado grande como para quedarme a mitad de camino.

Por lo que aquí llevo, media semana con las tuercas apretadas y muy contenta por hacer lo que conviene hacer. No pienso que haya estado perdiendo el tiempo hasta ahora, una tiene sus épocas y no siempre la cabeza está donde tiene que estar. Por ahora me propuesto llegar a Santo Tomás con una rectitud ejemplar, no sé comeré chistorra ese día pero alcohol bebo seguro. 21 días, como en el famoso programa de TV, dicen que son los necesarios para crear un hábito nuevo. ¿Se puede considerar hábito el pasar hambre? Cualquiera que me oiga con todo lo que como a lo largo del día. Además, con las Navidades a la vuelta de la esquina, con todos los turrones prematuros en los supermercados mientras yo no hago más que comprar zanahorias, manzanas y limones (es mi nuevo zumo mañanero), el reto se vuelve mucho más emocionante.

Como siempre se dice, en esto de las dietas o estás, o no estas. Yo ahora estoy. Así que a aprovechar.


¡Bessos!

sábado, 29 de noviembre de 2014

100 razones por las que vivir


1. Parar a escuchar el ruido de las olas.

2. Las verbenas de pueblo.

3. Aprender de memoria las canciones de Sabina.

4. Estar leyendo a Gavalda y que mencione la canción perfecta en el momento justo. Sobre todo en ese final de La sal de la vida.

5. Escuchar a Maya hablar sobre el vino en Entre Copas.



6. Pasear por Donosti cuando llueve.

7. Hacer una maratón de La guerra de las Galaxias. O de El seños de los anillos. O de X-Men.

8. Tener un flechazo con el perfume de tu vida.

9. Michael Fassbender.



10. Ver un atardecer tumbada en una hamaca. De hecho, ver un atardecer.

11. Escuchar a una pianista tocar en directo Love Theme de Cinema Paradiso. O escucharlo en cualquier momento en casa.



12. Asistir a un club de lectura.

13. Darte el caprichazo de comprar algo caro. Muy caro. Pero muy bonito y muy deseado.

14. Cada escena de Friends.



15. El olor de la mimosa cuando florece antes que ninguna.

16. Estar en un concierto y enamorarte de una canción que no habías escuchado nunca.

17. Hola, me llamo Iñigo Montoya, tú mataste a mi padre, prepárate para morir.



18. Salir a tomar un café a las cinco de la tarde y llegar a casa a las cinco de la mañana.

19. Pasar toda la mañana desayunando.

20. Poner AC/DC a todo volumen y volverte loca delante del espejo.



21. Mirar las estrellas. Y ya ni te digo si alguien te cuenta sus historias.

22. Frank Sinatra y Betty Garrett cantando You’re awful.



23. Frank Sinatra cantando cualquier cosa. Sobre todo, Fly me to the moon. Pero The way you look tonight que sea de Tony Bennet.

24. Ir a algún pueblo de la USA profunda para ver luciérnagas voladoras entre maizales.

25. Brown Eyed Girl.



26. Balancearte en un columpio. Da igual la edad.

27. Las Gilmore.


28. Embadurnarte el cuerpo con una buena crema hidratante.

29. El olor del viento del norte cuando sopla por el Cantábrico.

30. El beso de Drive en el ascensor.



31. Ir a un karaoke con tus amigas del alma y cantarlo todo.

32. Las tormentas de verano.

33. Un gol en el último minuto que sirva para conseguir una victoria improbable.



34. Los murciélagos que aparecen en la ventana del Drácula de 1931.

35. Encender una vela que huela bien y pasar la tarde leyendo bajo una manta. O dos.

36. El final de Vacaciones en Roma y el inicio de Desayuno con Diamantes.



37. El saludo de un perro que te conoce.

38. El salmón del Atari, las anchoas del Txepetxa, la brocheta de gambas del Goiz Argi y el risotto del Borda Berri.

39. Hacer festivo un día cualquiera.

40. Canciones de amor a quemarropa de Nickolas Butler. Sí, sigo con eso.

41. Restregarle a alguien tu optimismo por la cara.

42. Nina Simone echándole narices y versionando My Way.



43. Tú rincón en el mundo.

44. No Pirlo, no party.



45. Ganar una partida de mus reñida.

46. Los diálogos de Historias de Filadelfia.

47. Descubrir que las lentejas en ensalada con aguacate están deliciosas.

48. El principio de Amor en los tiempos del cólera. En realidad, todo el libro.



49. Ir a freír un huevo y que tenga dos yemas.

50. Disfrazarte en Carnaval.

51. La parte contratante de la primera parte.



52. El pueblo pardo de El bosque animado.

53. Calentarte a la orilla de una chimenea.

54. Nobody puts baby in a corner.



55. El optimismo escondido de Jane Eyre.

56. Ir a una boda con un tocado más grande que tu cabeza.

57. Saciar las ansias de chocolate.

58. El secreto de sus ojos.

59. El buen café. El malo se puede utilizar para regar las plantas.



60. Palomitas recién hechas.

61. Pixar.

62. Y Disney.

63. Atreverte a tocar un bicho-bola.

64. Jack Lemmon y Shirley MacLaine en El Apartamento.



65. Creer en el amor a primera risa.

66. El rojo perfecto en los labios.

67. Dragoi Bola, así, en euskera.

68. Estar a la sombra cuando el sol aprieta.



69. Expiación de Ian McEwan.

70. Cortarte la coleta. Tú misma.

71. La Habanera de Carmen. Y la de Xabier Lete.



72. La condesa viuda de Grantham.

73. Echar la siesta con Roy Orbison de fondo.

74. Llenar la casa de plantas.



75. Rust Cohle.

76. Domingos de película y manta.

77. La luna.

78. Meryl Streep cantando The winner takes it all.



79. Bailar con tus amigas una canción con la misma coreografía que lleváis bailando más de diez años.

80. Poder ser la oveja negra de un rebaño ajeno.

81. Encontrar a tu media langosta.

82. Cada una de las fotos que quedaron de Steve McQueen.



83. Supercalifragilisticoespialidoso.

84. La primera noche con sábanas limpias.

85. You can’t buy happiness but you can buy books and that’s kind of the same thing. (No puedes comprar la felicidad pero puedes comprar libros que viene a ser un poco lo mismo.)

86. Seguir buscando las botas con brillantina perfectas.



87. Estar en la playa a las diez de la mañana. O a las ocho de la noche.

88. Ponerte una falta de tul.



89. Lo que fue capaz de escribir Irène Némirovsky en un cuaderno con letra minúscula antes de que la llevaran a Auswitch y que publicaron en 2004.

90. Hibernar.

91. Al Pacino en Esencia de Mujer.



92. Escuchar Leonard Cohen cuando llueve.

93. Hacer muchos kilómetros para visitar a un amigo. O no tener que hacer ninguno.

94. Emocionarte con La casa de las dagas voladoras.

95. El tacto de un buen bolso de cuero.



96. La casa de Asterión de Borges.

97. Ver las mismas películas cada Navidad: Mientras Dormías, El diario de Bridget Jones, La joya de la Corona, Love Actually y Solo en Casa.

98. El novio de la madre de Bridget Jones.

99. Vivir unos días en una casa de madera encima de un árbol.



100. Susurros al oído.




P.D.: Este post está inspirado en aquellos que se escribieron en Jot Down bajo un título parecido, en el post que escribió Marta sobre '50 cosas que le gustan' en su blog In fashion with you, y por supuesto, es esa maravillosa canción de Sabina llamada Más de cien mentiras

lunes, 24 de noviembre de 2014

Apuntes de Madrid

Vuelvo de mi periplo de cinco días en Madrid y todavía no sé dónde tengo la cabeza, una no suele saber por dónde empezar a normalizar las cosas. Cada vez que voy me parece que viajo a un universo paralelo, ajeno a todo mi mundo pero lleno de personas que quiero en la distancia. Parece mentira los lazos se crean en este 2.0 y se estrechan con algunas cuantas miradas cómplices al año.

Con la ciudad sigo teniendo ese sentimiento de amor/odio. Cuando estoy lejos la echo de menos, pero una vez allí no la aguanto por mucho tiempo. Cada vez que voy me siento más Heidi, echando de menos mis montañas, con una extraña sensación de saber que aunque viviera cien años allí, nunca terminaría de encajar. Me gusta ir sabiendo que tengo un sitio al que volver.

Pero su gente, ay, su gente es otra cosa. Bueno, su gente no, mi gente. Esas personas son las que hacen que me dé pena no estar más cerca, para poder llamarlas y que cualquier domingo fuera igual que el de ayer. Y lo mismo que domingo digo sábado, viernes o jueves, cada día ha tenido sus personas especiales, sus conversaciones añoradas y sus risas que ya echo de menos. Porque lo cierto es que visitar los sitios sin su gente es como bailar de lejos, los paisajes son mucho más bonitos si se intuyen sonrisas.


Me quedo con la magia cotidiana de esos encuentros. Hay tanta gente que veo más a menudo a la que me siento menos unida...

Pero también vuelvo con la maleta llena de souvenirs materiales. Con la idea reafirmada de no comprar por comprar sino por amor del bueno. Una vez un amigo me dijo que parecía de fácil enamorar y el estado en el que ha vuelto mi tarjeta de crédito podría darle la razón, aunque yo sé que en el fondo soy dura de pelar. Los astros se debieron de alinear para día tras día poner en mi camino el abrigo buscado, las cremas perfectas, una fragancia capaz de enamorarme como hacía años que no me pasaba y uno de los bolsos más bonitos del mundo con un 30% de descuento. Si alguien quiere cotillear los nombres propios, se llaman H&M, Kiehl's, Profumum Roma y Malababa.


La siguiente vez tengo que acordarme de llevar una maleta más grande para la vuelta, por mucho que mi habilidad de viajar con cuatro cosas esté cada vez más desarrollada.

Por cierto, también encontré aquello que tanta ilusión me hacía encontrar. Como siempre se dice en estos casos, cuando menos me lo esperaba, donde menos me lo esperaba.


Volveré. Prometido.


¡Besos!



P.D.1: El abrigo de Asos no fue lo esperado, o sí. Lo cierto es que se va a ir de vuelta, pero aprovechando su viaje llegó a casa el vestido más bonito del mundo. Y este se queda.

P.D.2: Me pregunto qué tal habrán andado mis chicas del Pirineo en su viaje a Donosti.

lunes, 17 de noviembre de 2014

Las tías de Zugarramurdi

Ayer la tarde fue para volver a ver Beautiful Girls. Le tenía ganas desde que terminé de leer Canciones de amor a quemarropa, ese libro que aún no me quito de la cabeza, pensando en cuánto tiempo tendrá que pasar hasta que encuentre otra lectura que me haga sentir tanto.


Supongo que me gustó hasta ese punto porque era justo el momento para leer algo así, esas historias que parecen tan nuestras. A mis casi treinta, siento como si ya hubiera tomado toda la carrerilla posible y ahora ya estuviera corriendo sin oportunidad de detenerme para dar el salto final hacia la madurez, a eso de hacerme mayor y ser un adulto.

El otro día me encontré la primera cana. Y lo cierto es que siempre pensé que sería un momento algo más dramático, que sería mucho más rollo ver cómo me van saliendo pequeñas arrugas alrededor de los ojos, pero al final tampoco está siendo para tanto. La cana la recibí con cierta ternura, como la certeza que necesitaba para saber que mis días de jovenzuela ya quedaron atrás y me diera un cierto estatus de sabiduría. Siempre me han gustado las imperfecciones que hacen algo único aunque con las mías me haya costado algo más encariñarme. Nunca fue tan agradecido mirar al pasado con nostalgia.

La de ayer no fue la primera vez que veía Beautiful Girls, ni tampoco será la última. Pero puede que fuera la más especial porque justo tengo la misma edad que los protagonistas y eso no creo que vaya a durar mucho. Puede que por eso lo que hablaban significaba más que otras veces, que me pareciera tan oído y tan reconfortante a la vez. La misma sensación que tuve en cada página de Canciones de amor a quemarropa. Nosotras también tenemos tantas Sweet Caroline y American Pie...


En esta época que parece que nuestros sábados a la noche pasaron a mejor vida, nuestra mayor preocupación ya no es dónde vamos a cenar antes de salir sino dónde quedaremos para desayunar y aprovechar bien el día. No sé cuándo pasamos de Marty a ser Andara, será parte del camino a recorrer al igual que el whisky en vaso pequeño para las ocasiones especiales. Ahora nuestros sábados son diurnos, con cochecito y cafés, y por mucho que de vez en cuando apetezca desmadrarse todavía, éstos también son sorprendentemente entretenidos. Y esos desmadres cada vez más distanciados en el tiempo, suelen ser más disfrutados porque o bien son totalmente inesperados, o bien se preparan con mucha premeditación y alevosía. La verdad que la inercia poco tenía de emocionante y nunca disfrutábamos de los periódicos del domingo escuchando a Van Morrison.


Ahora somos tías, paseamos con orgullo el cochecito por la Kontxa entre cuatro o cinco, y pronto hasta entre seis. La sesión de peli, sofá y manta, conlleva lactancia, aires, cambio de pañales y litros de babas que se nos caen a todas. Menos mal que la madre se pone firme porque entre las demás pronto lo malcriaríamos. No el vano, el otro día el padre de la criatura le preguntaba a su retoño si se iba a ir a pasar el día con sus tías, las brujas de Zugarramurdi, y nosotras encantadas con el poder concedido. Que nadie se atreva a quitarnos el título.

Brujería, madurez, poder y cánticos medio sagrados. Ahora me dan cierta pena todas esas Martys que se creen que lo bueno llega a los dieciocho. Aunque lo cierto es que pasarán esos años encantadas con el reflejo de Platón y cuando llegue lo bueno les pillará como la misma sorpresa agradable que nos ha pillado a nosotras.

Benditas canas.


¡Besos!



P.D.: Este monólogo de Rosie O'Donell vale oro. (Sólo lo he encontrado en inglés)

jueves, 13 de noviembre de 2014

Habemus abrigo

Después de muchas vueltas, de encapricharme con modelos que luego no encontraba, de buscar hasta hartarme, de desesperarme... y volverme totalmente drama queen (cómo me gusta últimamente este término), habemus abrigo. Nada de lo a priori programado y por supuesto encontrado en Asos.


Flechazo que me dio y ahí que me lancé. Tengo mis reticencias de que me vaya a quedar del todo bien en la parte del pecho, pero con lo fácil que es la devolución en Asos me he arriesgado. Y para ser sincera, no sé si no va a ser demasiado claro. A ver, me gusta mucho, pero no sé si voy a terminar de verme porque normalmente todos los abrigos que tengo suelen ser mucho más oscuros.

Por eso, me he lanzado a buscar inspiración en Pinterest y ay qué cosas más bonitas.


Cómo a mí me luzca la mitad de bien...


¡Besos!

sábado, 8 de noviembre de 2014

Mi Donostia

Una de las cosas más bonitas que tiene esto de tener un blog (sé que se repite mil veces pero realmente es verdad), es que la gente te escriba diciendo que le gusta lo que haces. Es una sensación brutal. Porque aunque realmente eres consciente de que habrá alguien leyéndote al otro lado (y en parte claro está que lo haces por eso), es una pasada cuando ese otro lado abstracto toma forma.

Así, hace unas semanas, gracias a un comentario que me dejaron me enteré que hay una cuadrilla en los Pirineos que le encanta el blog, que les gusta este aire norteño que tiene. Si es que... qué le vamos a hacer... mucho para hacer bien el amor hay que venir al sur, pero el vierto del norte mola y además quita todas las migrañas del mundo. Y para mí, que lo de pasar una temporada en un pueblo pirenaico con un puñado de libros es algo así como mis vacaciones ideales, estoy decidida a hacerme amiga de Mónica y compañía para que algún día me inviten a conocer esos lares.

Por lo que me tomo su última petición a rajatabla: Las señoritas se vienen a pasar un fin de semana a Donostia y quieren que yo les recomiende qué hacer. Dónde comprar y qué comer.

Así que me puse a pensar qué es lo que me gusta hacer en Donostia y tampoco creáis que se me han ocurrido muchas cosas.

Para mí Donostia es una ciudad para pasearla, Para empezar en una punta (digamos El Peine de los Vientos) y terminar en la otra (tomando algo en el muro de Sagües). Y para eso ahora es el mejor momento del año. Porque aunque suene extraño, para mí es en otoño y en invierno cuando más se disfruta de sus costas. Me gustan los sitios donde mejor se escuchan las olas y más sopla el viento, a poder ser en esas tardes grises cuando menos gente hay. Os diría que hasta evitarais la Kontxa, que ahí no hay más que gente. Yo prefiero el Paseo Nuevo, empezando por el puerto, y dando la vuelta a Urgull. Justo antes de llegar a la desembocadura del Urumea (antes de ese trecho que ahora está en obras), es mi sitio favorito. Si no llueve, cogeros algo de tiempo y sentaros en el pretil. Ese sitio en silencio es el mejor analgésico del mundo. Por cierto, una vez llegado al río, podéis pasar el puente y tirar para arriba hasta aburriros. Quizá hasta la altura de tercer puente, cruzarlo, ver la plaza Bilbao y tirar por la calle Getaria para lo viejo otra vez.


Pero para ser sincera una cosa que hago más que pasear es tomar cafés por la ciudad. Me gustan las cafeterías pausadas, acogedoras, esas en las que la cabeza no se te carga de ruidos y puedes hablar durante horas tranquilamente. Últimamente uno de mis sitios favoritos es Gogoko Goxuak (calle Andia 11), justo en frente de Alderdi Eder. Es de lo más acogedor y de lo más tranquilo que se puede encontrar por la ciudad. Un poco más a desmano pero con todo el encanto del mundo también está La Guinda (calle Zabaleta 55, en Gros), podría ser una buena parada si vais a la zona de Sagües y queréis tomar o comer algo. Si llegáis hasta allí, en la acera de enfrente tenéis Garoa (calle Zabaleta 34), una de mis librerías favoritas en las que todo está colocado para que se pase el tiempo volando mientras ojeas libros. Aunque si andáis por el centro tenéis que probar el mejor café de la ciudad en alguna de las pastelerías Barrenetxe, la original es la de la Plaza Gipuzkoa, justo en frente de la Diputación, Otro sitio cuqui que está por el centro es Kafe Botanika (Paseo del Árbol de Gernika 8), pero es tan cuqui y está tan a mano que suele estar hasta los topes. Igual podéis ir a desayunar a primera hora (abren a las 10:00 en fin de semana).

Con los Pintxos suelo tener bastante complejo porque nunca me entero mucho. Para las recomendaciones siempre termino preguntando a mis amigas y son ellas las que hacen unos listados interminables. Esta vez en cambio me voy a mojar y os diré mis cuatro sitios/pintxo de culto: El salmón del Atari (calle Mayor 18), la brocheta de gambas o el MariJuli del Goiz Argi (calle Fermin Calbeton 4), la anchoa con salsa de centollo del Txepetxa (calle Pescadería 5) y el risotto Idiazabal del Borda Berri (calle Fermin Calbeton 12). Para llenar la tripa con ganas soy muy de ir al Va Bene (Boulevard 14 o Blas de Lezo 4) y comerme un sandwich 26, aunque tampoco le hago ascos a la hamburguesa. Pero aquí también hay que ser espabiladas y hay que intentar acercarse un poco antes de las horas punta, porque sino hay que esperar bastante y al final uno se aburre y termina comiendo algo mucho más cutre al doble de precio. Y para comer con todas las de la ley otro dos sitios: la cocina innovadora pero con fundamente de Morgan Kompany (calle Euskal Herria 8, igual es conveniente reservar por si acaso) y la tradición de Restaurante Txoko (calle Mari 12, en el puerto).

Si después andáis con ganas de dulce, pasaros por La Viña a probar su tarta de queso (se puede pedir la ración para llevar) y si aunque el tiempo no acompañe os apetece un helado, ir directas a Los Italianos de la calle Aldamar (nº 22).

En donde tengo problemas es con las tiendas. Supongo que leyendo el blog os habréis dado cuenta de mi afición por las compras online (sobre todo por cierto antro de perdición llamado Asos) y la verdad es que las compras físicas no son uno de mis fuertes y me cuesta mucho dar direcciones. Cuando quiero algo soy más de ir a por él que de callejear a ver qué encuentro. Realmente hay muchas tiendas bonitas con cosas preciosas pero suelo ser más de comprar cosas puntuales en ellas.

Y no sé que más recomendar... A veces me parece que ya está todo dicho sobre Donostia.

Espero que no os llueva a mares pero que podáis disfrutar de nuestro querido viento del norte y de un Cantábrico algo enfurecido.

Cualquier otra petición ya sabéis dónde encontrarme. Algún día os llegará la vuelta ;)


Un beso.

lunes, 3 de noviembre de 2014

Que me coman a versos

Dentro de un par de semanas, me cojo un tren y me voy a Madrid. Allí me esperan amigos varios (qué ganas), la presentación del libro El mercado está fatal de mi querida Alena (sale a la venta este jueves y yo aparezco por ahí hablando sobre amores de verano) y alguna sorpresa que estamos intentando preparar.

La agenda estará abierta. Esta vez no me apetece ni visitar museos ni ir de compras. Esta vez quiero tomarme todos los cafés del mundo rodeada por esa gente que la mayor parte del año tengo al otro lado de la pantalla. Dar abrazos, escuchar sus risas y fijarme en cada gesto que hagan.

Madrid sería un escenario aleatorio si no fuera por esa preciosa iniciativa que andaré buscando por sus pasos de cebra como quien busca a Wally.






No sé si habrá sido un mero acto publicitario para promocionar la última canción de Leiva, pero yo quiero pensar que hay algo más detrás. Unas ganas de sacar sonrisas, de alegrar el día a la gente con una simple frase bonita.



Besos y feliz lunes.

martes, 28 de octubre de 2014

Simplificando decisiones: cosméticos que repito

Una vez leí a Punset diciendo que perdemos tanta energía en tomar decisiones que realmente no tienen importancia (ponía como ejemplo lo que nos cuesta decidir qué cereales queremos desayunar), que luego apenas nos quedan fuerzas para tomar aquellas que sí importan. Será por los cereales pero yo me acordé de aquella escena casi final de la película The Hurt Locker, en la que el personaje de Renner se encontraba delante del pasillo de los cereales del supermercado sin saber por cuál decantarse. Él, que en Iraq había sido el mejor desactivando bombas, decidiendo qué cable cortar. Aquella escena me pareció lo mejor de toda la película, la que daba sentido a las dos horas algo tediosas que había pasado hasta llegar a ella.

Desde entonces, siempre he tenido esa idea rondando en la cabeza, intentando educar mi mente para que no gaste energía decidiendo pausadamente si prefiero ponerme la camiseta blanca de cuello redondo o la de pico con bolsillo. Pero muchas veces, aunque no quiera, me pierdo en cavilaciones sin sentido, como en buscar el pintalabios rojo perfecto. Para qué si ya tengo cuatro que me encantan... pero en fin. A veces la oferta es tan grande, nos tientan por tantos lados, que se nos olvida simplificar.

Por eso, ahora que le estoy dando duro a eso de canalizar mi consumismo para hacerlo mucho más práctico y sostenible, he pensado que me tengo que poner firme en esto de perder el tiempo eligiendo. Como primer paso obvio (que no sé cómo no se me había ocurrido antes), he decidido que repetiré todos esos cosméticos que me gustan (por favor, decidme que no soy la única que aunque le guste una crema toma la ilógica decisión de seguir probando otras para ver si encuentra una que le guste más).

Aquí van algunos (iré poniendo más, mientras vaya repitiendo, porque realmente ahora mismo estoy bastante contenta con todo lo que utilizo).


(Antes de nada, diré que tengo la piel bastante sensible, sobre todo el invierno, por si a alguien le sirve de ejemplo.)

Empiezo de izquierda a derecha:

Leche desmaquillante 9 to 5 de Lush:  Me gusta porque retira perfectamente todo el maquillaje, deja la piel con una sensación muy agradable y un frasco dura un montón. Es verdad que no me suelo dar maquillajes muy densos en la piel, pero promete poder con todo. Además, se supone que con sólo este producto la piel no necesita nada más, pero yo aplico luego un tónico y el tratamiento hidratante. ¡Ah! Y previamente me suelo desmaquillar los ojos con el bifásico de Sephora.

Embellir Washing de Menard: Ésta sí que es una inversión que vale la pena, nunca me cansaré de recomendarlo. El Washing es un jabón en espuma que utilizo a las mañanas en la ducha para limpiarme la cara. Así de simple. Es un poco mami qué sera lo que tiene el Washing... porque merece cada euro que cuesta y reconozco que no son pocos. En este post del 2011 os contaba un poco de él. Os diré que el frasco anterior no me duró un año, sino cuatro. Y que éste sí que lo he pagado de mi bolsillo sin ningún tipo de reparo. Os digo en serio que una buena limpieza es la mejor inversión que podéis hacer en vuestra piel.

Mirinda y Heidi de Olivia Soaps: Desde que probé los jabones de Olivia ya no quiero ducharme con otra cosa. He probado casi todos su jabones y puedo decir con conocimiento de causa que estos dos son mis favoritos.

Primrose Facial Hydrating Cream de Aesop: Es mi hidratante invernal. Hubo una época que no conseguía que nada me hidratara lo suficiente, hasta que di con esta crema de Aesop. Como todavía no necesito ningún tratamiento específico más que hidratación, me funciona perfectamente. Y el olor... el olor es lo más.

Parsley Seed Anti-Oxidant Toner de Aesop: Hubo un tiempo en el que le fui fiel a tónico de rosas de By Terry, pero su olor floral me terminó aburriendo. Ahora estoy feliz con éste, que deja la piel fresca y su difusor de goteo hace que no desperdicies producto. Como veis, soy bastante fan de la los productos de Aesop y sus olores.

Ultimate Strength Hand Salve de Kiehl's: Desde que ayer puse la foto de los productos en Instagram, me ha llegado más de un comentario diciendo que es la mejor crema de manos que han probado, y no puedo estar más de acuerdo. He probado muchas, de hecho soy bastante viciosa en este tema. O lo era mejor dicho, porque desde que descubrí ésta no he encontrado nada igual. Desde hace un tiempo, he dejado de buscar y simplemente la he empezado a comprar de dos en dos.


Como ya he dicho ahí arriba, tengo más productos que pienso repetir o sea que ya los iré sacando.


A veces tomar decisiones así parecen tonterías, obviedades que no tienen por qué interesarle a nadie. Pero cuando las pongo por escrito y las publico, parece que una ley inexistente me obliga a cumplirlas. Por ejemplo, desde que el otro día escribí el post sobre "mi estilo", he dejado de mirar bisutería, ya no le hago caso, pa' qué si no va conmigo. El tiempo que me ahorro buscando qué pieza podría ir conmigo... Así estoy avanzando en las lecturas.

Lo dicho, que ya nos vale de malgastar energías en decisiones inútiles, ya nos harán falta realmente en alguna otra ocasión.


¡Un beso!




sábado, 25 de octubre de 2014

Sobre malas y muy buenas lecturas

Cuando un libro que a la gente le ha gustado y a mí no, le cojo manía. Mucha. Es más fácil que cogérselo a la gente, aunque igual menos realista.

A principios de este año, descubrí en la librería de mi tía el libro La gente feliz lee y toma café. Con ese título ya tenía medio marketing hecho por lo que lo llevé a casa y creo que me lo leí en dos días. El argumento tenía todos los ingredientes para que me gustara, sobre todo esa casita al lado de un barranco (¿había barranco, no?) a las afueras de un pueblito de la costa irlandesa. Y el vecino rudo y guapo, para qué engañarnos. Todo muy idílico.

Era fácil que me gustara el libro, ya os digo que con esos dos ingredientes poco más necesito para pasar un rato agradable, pero creo que al acabar un libro nunca me he sentido más estafada. Esa sensación de ¿Eh? ¿En serio que le han publicado esto? Me indigné muchísimo. Sobre todo porque estaba mal escrito, no tenía ni chicha ni limoná ni lógica lo que allí se contaba. Por no decir que el título era publicidad engañosa que apenas tenía nada que ver con lo que pasaba en el libro. Pensé que hasta yo podría haber escrito algo mejor. Creo que ya se nota que me volví hater oficial.

Poco a poco el libro fue cogiendo fama, apareció en muchos blogs y en muchas cuentas de Instagram, y la mayoría parecía encantada con la lectura (espero no ofender). Y claro, yo me planteaba cosas. Me embargaba un elitismo literario, una superioridad... justo lo que odio de mi hermana cuando va de guay porque lee a Sartre o a Camus. Yo, que soy carnaza para cualquier novela romántica mediobien escrita. Cada vez que lo veía en una librería colocado en un sitio privilegiado me daban ganas de ponerle otro libro delante y hacerle un favor a la humanidad. Hasta consiguió que mirara con cierto recelo al resto de los libros de Alfaguara.

Después de todo aquel odio que irradié, tengo que compensarlo de alguna manera y creo que tengo el libro perfecto para ello: Canciones de amor a quemarropa.


Poco tienen en común los dos libros salvo que son dos historias que podrían ser intercambiables. Me explico. Me parece que en el fondo podrían hablar de lo mismo si es que La gente feliz lee y toma café hablara de algo. Canciones de amor a quemarropa es ese tipo de libros que en el fondo no te cuenta nada (¿o te lo cuenta todo?), pero tiene todos los matices del mundo y más que le faltan al primero. Es un canto de amor a la amistad, a esa ley básica de aprender a aguantarnos. Y de fondo aparece la Wisconsin rural, que no le hace falta tener el glamour de París ni el encanto de la costa irlandesa para enamorarnos. No quiero hinchar más mis palabras porque últimamente les tengo pánico a las expectativas literarias.

Lo que os propongo es una cadena de favores, un boca a boca del bueno. Hoy a la mañana Pili ha publicado en Instagram que empezaba a leerlo y Cris ha comentado que se lo apunta. Un pajarito me ha chivado que nuestra Piquer particular también lo tiene en la mesilla de noche y he pensado que podría ser un bonito inicio para lo mismo que pasó con La gente feliz lee y toma café, pero ahora con uno de los buenos. Y así, compensar el daño que se le hizo a la buena literatura. Me hizo mucha gracia la nota de la editorial que me encontré al acabar el libro.



Queda más que recomendado. Si a su vez os gusta, os animo a que hagáis lo mismo y entre todos hagamos que la gente disfrute de una maravillosa lectura.



¡Besos!



P.D.: Nota para la Editorial Libros del Asteroide: Con los buenos ratos que me habéis hecho pasar con las dos únicas lecturas vuestras que he tenido (ésta que menciono arriba y la maravillosa Monasterio de Eduardo Halfon), no es necesario que me patrocinéis este post.

lunes, 20 de octubre de 2014

Aún más bonitos

Hace tiempo que creo que en la paredes de mi habitación no entra nada más. Tengo libre la zona de la cama pero aunque antes pensaba que faltaba algo, ahora creo que le da aire al resto de la estancia.

Aún y todo, Pinterest es un sitio peligroso a veces (casi siempre), no hay más que tentaciones por todas partes. Con lo que me gusta a mí Pixar y el cine en general, tampoco que importaría tener más espacio (mucho más) para llenar las paredes de estos pósteres aún más bonitos que los originales.




 (Es el del libro pero para el caso nos sirve igual)







Creo que el de Buscando a Nemo va a terminar siendo mío fijo.


Besos!

jueves, 16 de octubre de 2014

Lectores de temporada

Llevo días dándole vueltas a una idea un poco tonta y es que creo que he descubierto que existen lectores de temporada.

Mi amiga X dice (o decía) que sólo lee en verano. De hecho, ha habido años en los que un libro no finalizado en la época estival le ha estado esperando hasta el julio siguiente. Ahora parece que le ha cogido un poco más el gusto porque el otro día me enumeraba las lecturas que tiene pendientes. Supongo que no se refería a las del verano del 2015.

Anteayer, pululaba la última portada del New Yorker por las redes. Preciosa.


Lo que me hizo pensar que yo leo mucho más en otoño y en invierno. Es como si en verano tuviera más cosas que hacer pero que una vez llegado el frío, pocos planes hay mejores que pasar la tarde con la nariz metida entre páginas.

Esta idea justificaría aquel estrés literario veraniego que os contaba a principios de septiembre (aquí), aquellos disgustos porque no encontraba el libro adecuado. Lo cierto es que ahora mi estantería de las lecturas se encuentra más llena y caótica que nunca, por no hablaros que los libros pendientes casi no me entran en su hueco asignado.



Qué poco me gusta que los títulos queden boca abajo la mayoría de las veces... una que tiene sus manías.

Y como si este montoncito fuera poco, el otro día éste post de Librópatas fue el empujón final para decidir unirme al club de lectura de la librería Garoa (parece que últimamente no salimos de allí y supongo que llamarle librería es quedarme corta), por lo que ahora también he empezado a leer Amor perdurable de Ian McEwan, que es el primer libro que comentaremos. Aún estoy suspirando por Expiación y no sé si no se habrán quedado las expectativas sobre el autor demasiado altas ya para siempre.

Pero volviendo a la tontería que me da vueltas en la cabeza, ¿vosotros leéis la misma cantidad todo el año? ¿Tenéis alguna temporada más fructífera?



Besos!



P.D.: Hablando de libros, Cosas que los nietos debería saber bien, pero no tan maravillosa como esperada. No tiene ningún sentido leerla si de fondo no suena toda la discografía de Eeels. Entonces sí, entonces se disfruta el doble.

lunes, 13 de octubre de 2014

Marcando estilo

Llevo tiempo dándole vueltas a la cabeza sobre qué es tener un estilo definido. Hoy en día nos vestimos todos tan parecidos que es difícil salir un poco del rebaño establecido. Por eso, he decidido que ha llegado la hora en centrarme en ciertos aspectos de mi armario, aquellos que considero que son mi seña de identidad, y dejar de lado los demás detalles que tampoco me aportan nada.

Por ejemplo: bisutería. He pensado que voy a dejar de mirarla, total para qué, si nunca me pongo nada. No utilizo ni pendientes ni anillos ni pulseras ni collares. Lo asumo, y listo. Nada de perder el tiempo buscando aquellas piezas que podrían ir conmigo.

Mejor me centro en lo que sí es parte de mi identidad. Empecemos:

-Ropa cada vez más básica:


Mi armario cada vez es más liso y ciertos estampados cada vez me dan más pereza. Por eso he decidido centrarme en los básicos, que luego son los que más utilizas y no comprar nada con la idea de "bah, ya me lo pondré alguna vez", por muy barato que esté en Asos. Que las compras sean con convencimiento de causa. Enamoramientos muy gordos o necesidades muy grandes.

Tatuarme eso del menos es más. ¿Si es lo que nos gusta en otras por qué no aplicarlo en nosotras mismas? Si al final siempre terminamos recargando el look sin darnos cuenta.

Tener en cuenta cuáles son mis colores. El gris es Dios. Es mucho más que el nuevo negro. El gris lo es todo. Para acompañarlo me quedo con el rosa, el verde y el crema. Esto no quiere decir que no me ponga nada de otros colores, sino que tengo que tener en cuenta lo que me gusta a la hora de comprar las cosas.


-Complementos, son la clave


Aquí si hay que dejarse guiar completamente por el corazón. Es la misma historia del bolso amarillo que os contaba el otro día, si algo nos gusta mucho, terminaremos usándolo. Si nuestro armario es más bien básico, los complementos lo alegrarán. Creo que ésta es una de mis claves.

Llevo algunos años invirtiendo en zapatos y bolsos. Los compro buenos y bonitos, muy bonitos. Así, ha llegado el día en el que me siento saciada. Tengo los bolsos que me gustaría tener y no siento la necesidad ni la tentación de comprar ningún otro. Hombre, no me importaría que algún Céline o algún Chanel tuviera lugar privilegiado en mi estantería, pero no hay prisa. Como se dice, puede que no estén todos los que son pero sí son todos los que están. Y eso es lo que importa.



-Maquillaje y peluquería


Eyeliner, máscara, colorete y labios rojos. A mis casi treinta ya he encontrado lo que me gusta y no estoy ya para experimentos. Y por supuesto, las uñas bien cuidadas y pintadas.


¿El toque final? Ya que no se me da mal eso de hacer trenzas, trabajarme un poco más el pelo e innovar con mi recién estrenada media melena.



Y esta soy yo. O lo que quiero proyectar al menos.



Besos!